domingo, 14 de enero de 2018

1O. 23 Noviembre 2017. Hambre la Ruta de la Sensellarisme





HAMBRE: La Ruta de la "sensellarisme".


Del miedo
En ausencia de estabilidad, de seguridad y, sobretodo de actividad social, las personas usuarias de los comedores sociales suelen aprovisionarse ansiosamente de alimentos, desarrollando así un hábito parecido al trastorno del comportamiento llamado "Síndrome de Diógenes". Lejos de ser un síndrome, el hábito de cargar comida en los bolsos, en bolsas y hasta en los bolsillos, tiene que ver mucho con el estilo de vida nómada al que están sometidas las personas en situación de calle; a su vez, la necesidad de ser un nómada, tiene que ver mucho con la estructura de la caridad y su naturaleza institucional. Las personas usuarias de los comedores sociales están siendo obligados sistemáticamente a correr de un lugar a otro, a llegar a tiempo en cualquier lugar, e incluso a adoptar y aceptar mentalmente la incertidumbre de poder comer.
  • Son estas personas sin techo, las únicas dentro de cualquier sociedad moderna, quienes padecen la más cruel forma de violencia.
En palabras de Mahatma Gandhi, la pobreza es la peor forma de violencia que existe en el mundo y, por lo tanto, el hambre o el temor a padecerla, es la parte más dura y cruel de esta forma de violencia. Cuando alguien lo pierde todo y pocas cosas o nada le quedan para sentirse propietario de algo, la comida y el techo se convierten en sus objetivos principales. La ansiedad de poder comer dignamente, sustituye la razón y la capacidad de autocontrol, y convierte a la persona en cuestión en un esclavo de la necesidad más básica y fundamental de cualquier ser vivo, la necesidad de alimentarse.
De comedor en comedor
En la ciudad de Barcelona, el pan de cada día para muchas personas en situación de calle, e incluso para una buena parte de las personas recluidas en los centros de acogida, es ir y venir de un comedor social a otro. Algunos defensores del sistema actual dirán que esto no es cierto y que, en verdad, la mayor parte de estas personas en situación de sinhogarismo, están tranquilos porque deben de comer bien allá donde van y que estarán buscando trabajo o haciendo cosas útiles para salir de su situación. Si no supiera por propia experiencia que la situación real es muy grave, no me molestaría en escribir este artículo, pues he visto con mis ojos el hecho de que, casi todos los usuarios de comedores sociales, están deambulando por las calles para abastecerse de comida continuamente a lo largo del día. Si alguien duda de este hecho, tan solo tendría que experimentar la situación de una persona sin techo y visitar todos los comedores sociales, para darse cuenta enseguida de que, se irá encontrando a las mismas personas en muchos lugares, incluso en más de 5 o 6 a lo largo del día. Aparte de esto, todas o casi todas las personas que llevan una mochila, un bolso o algo parecido, de los que viven en albergues o no, normalmente van cargados con algo de comida. La siguiente imagen que voy a ilustrar, refleja el día a día de una persona residente en el Centro de Primera Atención de Sant Gervasi, y más comúnmente llamado el Albergue de Cister, por estar situado en la calle Cister número 20. La imagen ha sido publicada por Jorge Pazos Tarancon en su blog contra la exclusión social llamado "Barcelona Bruta", y aunque parezca una simple agenda exagerada, no es más que una verdad de la que él mismo ha sido testigo y la publica con mucho afán de cambiar las cosas.

Aunque sea difícil de creer y pueda parecer muy triste, resulta que esta agenda la comparten más de la mitad de los usuarios ubicados en el albergue de Cister, el de Zona Franca, el de Nou Barris, e incluso por los que están recluidos en los albergues por derivación.
La ruta de la "seda"
Por la mañana, normalmente tras tomar el desayuno de risa que reciben en el albergue, los usuarios suelen ir al comedor de Caliu, aunque una buena parte también van antes al de Coll Teixonera por la alta calidad y cantidad nutritiva que ofrecen en sus desayunos. Después de haber terminado de desayunar en uno o ambos lugares, suelen ir directamente al centro de Assís o a las monjas de Calcuta, como le suelen llamar al comedor de las Misioneras de la Caridad. A continuación, normalmente suelen tener ya los bolsos o las mochilas con algo de comida recogida de por estos lugares anteriores, pero aún así, quienes cuentan con tarjetas para los comedores del ayuntamiento, suelen ir a comer en los mismos porque aunque no tengan hambre, están obligados a acudir, pues de otra forma, si llegan a faltar o van allí pero sin querer comer, por norma general, los servicios sociales les quitan el comedor y las personas en cuestión tienen que pedir otra vez la plaza.
En cuanto a las plazas, para no salirme mucho de la ruta, os quiero decir que, la mayor parte de las personas que las pierden, las suelen perder por llegar tarde, ya que, como he dicho en un artículo anterior, el de "Los Reinos del Hambre, los comedores suelen tener un horario fijo al día y, aunque el margen sea de hora y media o dos, normalmente si llegan en los últimos 45 minutos, se quedan sin comer y obtienen una falta.
Volviendo a la ruta, después de haber ido en los comedores o haber comido en los parques con las provisiones hechas durante la mañana, casi todos los días suelen ir por la zona de Raval, porque allí es una zona muy explotada por las agrupaciones de la caridad y muy frecuentada por las personas en situación de calle. Entre una iglesia rara o alguna asociación de caridad, las personas suelen abastecerse de nuevas provisiones, tirando muchas veces lo que llevan encima para sustituirlas. Muchas veces no llegan a comer ni la mitad de la comida que llevan encima, pero la llevan, pues cargan con ella y suelen tirarla cuando encuentran otra más fresca, de más calidad o de más valor nutritivo. Después de deambular por Raval, Plaza España o Plaza Cataluña, una gran parte siguen la ruta hacia el restaurante La Terrasseta, porque allí recibirán comida de un menú normal del día, es decir, que la fundación Rauxa pone el restaurante al servicio de las personas sin hogar, pasado las 18:00 horas. La comida es muy buena pero lo malo es la forma de gestionar las personas que entran a comer, porque los amontonan atrás en una terraza y los pasan de uno en uno como si fueran animales. Aparte de La Terrasseta, los que no cuentan con una plaza de albergue, suelen ir a la parroquia Maria Reina, porque no se ven obligados a entrar en un albergue antes de las 20:00, y pueden estar por la ciudad el tiempo que quieran.
Al final de la ruta
Los que viven en los albergues, suelen comer allí todo lo que pueden, y algunos de ellos despertando en medio de la noche para comer algo de lo que han recaudado y escondido por los bolsillos a lo largo del día. Es frecuente, en un albergue, el hecho de que algunos se vayan levantando por la noche y saquen, de por las mochilas, frutas, bocadillos o productos de panadería. Suelen desplegar un olor fuerte cuando lo hacen y provocan la petición por parte de otras personas también, quienes despertados por el olor o por el hambre, no tardan en pedir un trozo de lo que los demás comen. Unos sandwich o algunos bocadillos de embutido, envueltos y empapados de papel húmedo, y guardados a lo largo de todo el día en el fondo de una mochila cargada de ropa y otra clase de comida, acaban dispersos por la habitación de un albergue en medio de la noche. Aparte del fuerte olor desplegado, se nota también el calor desprendido a causa de unas condiciones de insalubridad en su almacenamiento y transporte.
  • En las personas usuarias de los albergues como en las que están viviendo al raso, es muy frecuente la presencia de diarreas, dolores de barriga, cansancio, fatiga muscular, ansiedad generalizada, estrés, enfermedades intestinales, enfermedades de la piel y una variedad de diabetes.
De la ruta nocturna
Tras haber cenado, los que duermen en las calles, suelen ir por diferentes puntos de la ciudad donde, varias asociaciones de la caridad, ofrecen bolsas de comida. Esta forma de caridad ambulante y de carácter esquizofrénico, por su falta de horarios estables y una presencia regular en lugares concretos, solo sirve a los que entregan las bolsas de comida, curándose ellos mismos en salud o sentirse en paz con el de arriba. El mero ejercicio de estar en la calle, regalando comida gratis, es un ritual antisocial que permite a unos pocos hacer gala de una excesiva superioridad y autoafirmación frente a los otros que carecen de todo. Es humillante y sumamente indigno para alguien que tenga que recibir la comida de esta forma, y existen muchos grupos voluntarios que han plagado la ciudad de Barcelona con bolsas de estas, con bocatas y comida caliente, como si en la ciudad de Barcelona no existieran lugares para comer.
  • En realidad, estas formas de caridad ambulante, no hacen más que explotar los miedos y los temores generados por el sistema disfuncional de los comedores sociales en la ciudad.
La solución institucional pública, frente a la situación de sin hogar y en especial a las ayudas de alimentación, es muy pobre, defectuosa y con un fuerte y marcado carácter caritativo. La mera existencia de estas asociaciones caritativas, dando comida gratis por las noches, no es más que la expresión de una realidad cruel, que refleja la escasa existencia de comedores sociales para la cena. Tan solo existen dos comedores sociales en condiciones mínimas de aceptación para cenar, y están muy mal ubicados para una persona que vive en las calles.
Si quieren ver la realidad de lo que estoy diciendo, tan solo tienen que ir por la noche, en uno de estos puntos donde van a aparecer los de la caridad, para ver el ridículo que están haciendo y la fuerte excitación emocional que experimentan aquellos repartidores de comida, así como la humillación que les provoca dicha actitud a las personas quienes la reciben. Créanme que, en cuanto lo vean, sabrán que nunca querrán estar en ninguno de los dos roles que se desarrollan en aquel escenario, porque tanto los que dan la comida, como los que la reciben, se comportan de una forma vergonzosa. En un mundo civilizado y justo, la institución de la justicia debería multar a las personas que dan caridad en espacios públicos, porque el hecho de dar comida a alguien en un espacio que no sea privado, es una forma de afianzar y apremiar una conducta humillante en alguien, quien en aquel momento se encuentra débil y lo que menos necesita, es que alguien le apruebe esa actitud penosa de mendigar.
  • Así es el día a día de muchas personas sin hogar en la ciudad de Barcelona y el Ayuntamiento no hace gran cosa para cambiarlo.
Una acción social YA
Mientras sigan habiendo Reinos del Hambre (comedores sociales caritativos con aperturas de hora y media, con normas infantiles y dictatoriales, con asistentes y monitores sociales, con catering y tratos humillantes), siempre habrá personas, buscando ansiosamente comida de un lugar a otro, para luego almacenarla, en condiciones de insalubridad, y con el riesgo de enfermar.
  • Es necesario la creación de los restaurantes sociales por cada distrito, donde las personas sin hogar, puedan desayunar, comer y cenar, a cualquier hora del día, sin prisas, sin presión moral o social y sin normas estúpidas.
¿Qué es lo que debería ocurrir para que podamos empatizar también con las personas sin techo?
Ellas, las personas que lo han perdido todo, se merecen un trato digno y justo, porqué ellas representan a la sociedad de ayer y a los pobres de mañana.
Algunos de los que forman la sociedad de ahora, representarán a los pobres de mañana
y
¿Qué hace la sociedad de ahora para cuidar y apoyar a los pobres de mañana?

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